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El Desafío de desarrollar una Mente Gerencial

Uno de los mayores retos en el desarrollo de líderes organizacionales es el paso desde una lógica operativa, centrada en la ejecución, hacia una mentalidad gerencial con pensamiento estratégico. Esta transición no solo implica un cambio de funciones, sino un giro profundo en la forma de comprender el valor que se genera desde el rol de gestión.

En la etapa operativa, el profesional se distingue por su capacidad de ejecutar tareas con eficiencia, responder a lo urgente y resolver problemas concretos. Sin embargo, la gerencia estratégica exige algo más: la capacidad de generar valor desde una comprensión sistémica del negocio, anticipar escenarios, gestionar la complejidad, interpretar tendencias del entorno y tomar decisiones que aseguren la sostenibilidad de la organización. Según Mintzberg (1994), pensar estratégicamente implica “ver el bosque, no solo los árboles”, es decir, integrar una mirada amplia, sistémica y de largo plazo.

Las habilidades gerenciales en este nuevo marco van más allá del conocimiento técnico. Se requiere inteligencia emocional, comunicación efectiva, pensamiento crítico, visión sistémica y capacidad de liderazgo transformacional. Kotter (2012) plantea que “la gestión se ocupa del manejo de la complejidad, mientras que el liderazgo se ocupa del cambio”, esto resalta la necesidad de desarrollar competencias que permitan no solo administrar lo existente, sino también liderar procesos de innovación y adaptación.

Este cambio supone una evolución personal y profesional. Según Goleman, Boyatzis y McKee (2013), los líderes efectivos son aquellos que pueden conectar con los demás, comprender el contexto y movilizar recursos humanos en función de un propósito estratégico. En este sentido, el pensamiento estratégico no es una habilidad reservada a la alta dirección; debe cultivarse desde los primeros niveles de liderazgo, especialmente en un entorno de negocios volátil y complejo.

La transición hacia una mente gerencial estratégica requiere formación, reflexión y acompañamiento. No basta con ascender jerárquicamente; es necesario desarrollar la capacidad de ver más allá de la operación diaria y preguntarse constantemente: ¿cómo estoy generando valor para la organización desde mi rol?

En definitiva, cultivar una mentalidad estratégica es asumir que liderar no es solo ejecutar, sino anticipar, inspirar y construir valor con visión de futuro desde una gestión con propósito.

 

Referencias

  • Goleman, D., Boyatzis, R., & McKee, A. (2013). El líder resonante crea más: El poder de la inteligencia emocional en la acción. Editorial Urano.
  • Kotter, J. P. (2012). Liderando el cambio. Harvard Business Review Press.
  • Mintzberg, H. (1994). The rise and fall of strategic planning. Free Press.

Autor:

Gustavo Espitia Tupaz

Director MBA UCN

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